Catering para comuniones

Hay celebraciones que, aunque pequeñas en número, tienen un peso emocional enorme. Las comuniones son uno de esos momentos. No es una boda, no es un cumpleaños, no es una reunión familiar cualquiera. Es un rito que combina tradición, familia y la primera gran fiesta que muchos niños recuerdan con claridad cuando crecen. En Portela lo sabemos, y por eso el enfoque que le damos al catering en comuniones no es el de un evento infantil, ni tampoco uno puramente protocolario. Es un punto medio donde la calidez y la organización tienen que convivir sin estorbarse. Ni todo colorines, ni todo corbatas. Algo que respire cercanía sin perder estructura, y sobre todo, que haga que los protagonistas se lo pasen bien.

Porque al final, son ellos —los niños— quienes marcan el ritmo del día. Si están contentos, todo fluye. Por eso hay detalles que no se pueden improvisar. El menú, por ejemplo, no puede estar pensado solo para adultos. Tiene que tener alternativas sencillas, apetecibles, y servidas de forma que les resulte cómoda. Bocaditos sin complicaciones, cosas que puedan coger y volver a jugar, sin tener que sentarse veinte minutos delante de un plato que no entienden. Pero eso no quiere decir que todo sea papas fritas. Nosotros cuidamos igual la presentación, el sabor, la temperatura. El catering en Lantejuela para comuniones tiene que adaptarse al clima, a los espacios, y también a los tiempos. Si el servicio es lento, el niño se aburre; si es muy invasivo, agobia. Y el objetivo es justo el contrario: que se sientan protagonistas sin sentirse forzados.

La familia también importa. No es una fiesta infantil cualquiera: están los abuelos, los tíos, los padrinos. Hay quienes vienen de lejos, quienes no se ven hace años, quienes se cruzan solo en estos eventos. Así que todo lo que sirvamos tiene que estar a la altura. Entrantes elegantes pero accesibles, platos principales bien pensados para todas las edades, postres que inviten a quedarse conversando. Incluso la bebida tiene su lugar: buenos vinos, opciones sin alcohol, café de calidad. Todo eso dice mucho sin necesidad de adornos. Es esa forma de cuidar los detalles sin hacer ruido, la que da valor a lo que hacemos. Y en zonas como Lantejuela, donde el boca a boca pesa más que cualquier anuncio, lo tenemos muy presente.

Los espacios juegan también un papel clave. Una comunión no se celebra solo en una mesa: hay que prever rincones donde los niños puedan moverse, jugar, descansar. Que el sonido no invada toda la jornada, que haya zonas de sombra si el sol aprieta, o calefacción si refresca. En eso tenemos experiencia, y sabemos qué cosas funcionan en cada finca o salón. En Sevilla, el clima puede jugar a favor o en contra, y anticiparse marca la diferencia. No solo llevamos la comida: adaptamos el montaje, el ritmo, la disposición. Creamos espacios para que todo ocurra con naturalidad. Y cuando eso pasa, no hace falta planificar cada minuto, porque la jornada encuentra su equilibrio sola.

En Portela entendemos que una comunión no se repite. No es algo que se pueda hacer mejor al año siguiente. Por eso no usamos plantillas, ni menús cerrados con letra pequeña. Escuchamos, proponemos y ajustamos. Algunos quieren una comida íntima, otros algo más animado. Algunos buscan un toque tradicional, otros quieren evitar lo de siempre. Nos adaptamos, pero sin perder lo esencial: calidad, puntualidad y atención al detalle. Porque al final, la gente recuerda más cómo se sintió que lo que comió. Y si logramos que se vayan sonriendo, sabiendo que todo salió como esperaban —o mejor—, entonces sabemos que hicimos bien nuestro trabajo.

ble.