Un evento, por más planificado que esté, no se sostiene sin las personas que lo hacen posible. Podemos tener el mejor menú, el espacio más encantador y la decoración más fina, pero si quienes están detrás no funcionan como un organismo bien coordinado, todo tambalea. En Portela no hablamos de trabajadores, hablamos de equipo. De gente que conoce su labor no solo en lo técnico, sino en lo emocional. Personas que saben cómo caminar entre mesas sin interrumpir conversaciones, cómo leer el ritmo de un brindis, cuándo apartarse y cuándo estar atentos. Gente entrenada en la paciencia y la observación, porque en los eventos no hay segundas oportunidades. Lo que falla, falla en tiempo real, y solo un equipo engrasado sabe resolver sin hacer ruido.
Elegir proveedores externos no es simplemente buscar lo más barato o lo más rápido. Es una cuestión de confianza, de trayectoria, y de afinidad profesional. Nosotros no traemos a cualquiera. Trabajamos con floristas que entienden el lenguaje del evento, con técnicos de sonido que saben cuándo es mejor bajar el volumen que subirlo, con fotógrafos que no invaden momentos íntimos, y con pasteleros que hacen arte sin sacrificar sabor. La selección es rigurosa, porque quien llega a un evento con nuestro nombre debe cumplir con el mismo estándar. No se trata de imponer una marca, sino de garantizar que cada persona que entre al engranaje lo haga sabiendo que ese día no se repite.
Lo humano es lo que más pesa cuando termina un evento. Los novios recuerdan al camarero que les acercó una copa justo cuando no podían moverse, o a la chica del servicio que calmó a una tía nerviosa antes del brindis. El cliente de empresa menciona al jefe de cocina que supo improvisar una opción vegetariana en medio del caos. Son detalles que no salen en las fotos, pero que quedan grabados. Por eso no solo contratamos manos hábiles, buscamos gente con carácter, con criterio y, sobre todo, con disposición. Personas que entienden que un evento no es solo un trabajo: es una coreografía compleja donde cada quien tiene que saber cuándo avanzar y cuándo dar un paso atrás.
Hay una parte invisible del trabajo que pocos valoran, y es la preparación previa. Las reuniones técnicas, las visitas al lugar, los ensayos logísticos. No es raro que parte del equipo visite una finca dos o tres veces antes del evento. Se mide el espacio, se ensaya el montaje, se ajusta la entrada de los camiones, se calculan los puntos de luz y las rutas internas. El cliente quizás no ve esto, pero lo siente después: cuando nada se cae, cuando el servicio fluye, cuando no hay dudas en medio del servicio. Es ahí donde la profesionalidad se muestra sin adornos. Y donde la diferencia entre un catering cualquiera y un evento Portela se vuelve evidente.
Hay eventos que nos ponen a prueba, no por su tamaño, sino por su complejidad emocional. Bodas con historias duras detrás, aniversarios que encierran procesos personales, comuniones en familias rotas que solo se ven una vez al año. Ahí el tacto humano importa tanto como la comida. Saber leer el ambiente, contener comentarios fuera de lugar, evitar gestos que puedan interpretarse mal. Es una parte del trabajo que no se entrena con cursos, sino con experiencia y humanidad. Y por eso no aceptamos cualquiera en el equipo. No se trata de tener uniforme, sino de tener criterio y temple.
Nuestro equipo no se limita al día del evento. Hay quienes están desde el primer correo, desde la primera llamada. El trato con el cliente forma parte del servicio, y no lo tercerizamos. Desde la persona que contesta el teléfono hasta el encargado de coordinar el montaje, todos conocen los detalles del evento. No hay compartimentos estancos. Si alguien del equipo se ausenta, otro puede cubrirlo con conocimiento. Eso da seguridad, no solo a nosotros, sino al cliente. Saber que hay continuidad, que no se depende de una sola persona. Eso genera confianza, que es la base de todo lo demás.
Y claro, también están los días difíciles. Aquellos donde algo falla, porque siempre puede fallar algo. Un proveedor que se retrasa, una avería de última hora, una lluvia inesperada. Y ahí es donde el equipo humano se vuelve esencial. No para improvisar sin cabeza, sino para resolver con orden. Para tomar decisiones rápidas sin perder el tono. Para mantener la compostura cuando otros ya están al borde. Eso no se aprende en un curso: se vive, se construye. Por eso en Portela valoramos a nuestra gente. No por lo que hacen cuando todo va bien, sino por cómo responden cuando las cosas se complican. Porque al final, el verdadero sello de calidad no está en la vajilla, sino en quienes la llevan con elegancia incluso en el caos.
Salón Celebraciones Portela & Catering
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