Sabores de la tierra

Lantejuela huele a las flores de los jardines, a tierra mojada cuando llueve en primavera, a pan recién hecho a primera hora de la mañana y a guiso de los de antes en las casas de abuela. Pero también sabe. Y vaya si sabe. Aquí la gente no come por rutina: come por gusto, por compartir, por celebrar. Lo gastronómico forma parte del alma, del carácter, de la manera en que nos relacionamos con el mundo. Y en ese contexto, nuestro catering no es un añadido más, es una declaración de intenciones.

En Portela lo tenemos claro. No se trata solo de cocinar bien (que también), sino de capturar lo que nos hace diferentes, lo que convierte un bocado en un recuerdo. Nuestra tierra nos da productos de primera: aceite, jamón, verduras de huerta, vinos con historia. Y con eso se puede hacer magia, si se tiene el respeto y la técnica necesaria.

Por eso en cada evento (ya sea una boda, una comunión o una reunión de amigos o compañeros de trabajo) intentamos que la comida no sea solo rica, sino significativa. Que cuando un invitado se lleve algo a la boca, reconozca nuestra tierra sin que nadie le diga nada. En cada servicio de catering en Lantejuela, llevamos esa intención: cocinar con raíz, pero sin quedarnos anclados en el pasado. La tradición, si no se mueve, se seca.

Hay platos reconocidos en nuestros eventos porque funcionan. Las croquetas bien hechas, el salmorejo espeso y fresquito, la carne al punto,.. Pero también sabemos que no todo el mundo quiere lo mismo. Algunos prefieren algo más internacional, otros quieren fusión, y hay quienes nos piden directamente propuestas vegetarianas, veganas o sin gluten. Ningún problema. Nos adaptamos. Pero sin perder la esencia. Porque puedes cambiar el formato, pero el sabor debe seguir hablando en andaluz.

Y claro, cada servicio tiene su energía. En las comuniones en Lantejuela, por ejemplo, la alegría es otra. Hay niños corriendo, abuelos emocionados, padres organizando hasta el último detalle. Para ellos intentamos seleccionar menús más accesibles, pero sin perder calidad. En cambio, en las bodas todo se llena de emoción. Las miradas, los brindis, las lágrimas disimuladas entre plato y plato. Es otro tipo de cocina, más cuidada, más pausada. Pero en ambos casos, la meta es la misma: que la comida acompañe, que esté a la altura del momento.

En Portela, además, nos gusta ponerle nombre y cara a lo que hacemos. No somos una marca sin rostro. Quien nos contrata habla con personas, con un equipo que se toma en serio lo que hace. No mandamos presupuestos enlatados ni vendemos menús genéricos. Preferimos sentarnos, tomar un café y entender bien lo que el cliente quiere. Que nos cuenten su historia, que nos hablen de su familia, de su gente, de cómo se imaginan ese día.

Porque para nosotros no se trata de ofrecer un gran banquete. Se trata de provocar sensaciones. Y si además consigues que la gente hable bien del menú días después, entonces lo hiciste bien.